![]() Cada vez somos más conscientes de que los modelos de liderazgo tradicionales no dan respuesta a lo que es necesario para gestionar los procesos colectivos de hoy. Gobiernos, empresas, organizaciones de la sociedad civil, saben cada vez más, que no alcanza con poner el foco en la resolución de los problemas que son su objeto principal, sino que es necesario pensar en el modelo a través del cuál la solución a estos desafíos se diseña, se gestiona y se actúa. Nada termina de una vez para siempre. Sabemos que la solución que apliquemos hoy, impactará sobre los resultados de nuestros próximos proyectos, en el capital social de la empresa y en la imagen que vamos dejando como una estela a nuestro alrededor, en cada paso, en cada comunicación, en cada pequeña y aparentemente insignificante toma de decisiones. Es claro que es imposible que controlemos, aunque no hay quien no deja de intentarlo, a cada uno de los líderes, es decir a cada una de las personas en las que supuestamente delegamos nuestra confianza para resolver los distintos aspectos de la compleja intersección de necesidades y soluciones que atraviesa nuestra sociedad. De manera, que ya no es posible buscar soluciones a través de un gigantesco manual de instrucciones que baje en cascada intentando prever cada posible impacto de nuestras acciones en la realidad. El sueño de la colección de normas ISO que cubra cada aspecto y garantice la más alta calidad de operación se desvanece, frente al infinito microcosmos de la profundidad de la realidad cotidiana. Mucho menos aún lo logra la maquinaria de reportes de reportes que busca identificar en qué momento alguien no cumplió qué fase de un gigantesco GANTT pensado en el escritorio de alguno, o de muchos. No somos robots. No deberíamos pensar que eso es lo mejor que nos podría pasar. No deberíamos aspirar a convertir a las personas en máquinas de seguir instrucciones. Quizás tengamos otros recursos para lidiar con los desafíos de convivir y generar resultados colectivos. La solución parece estar en una evolución de nuestra calidad en la percepción de las cosas, de las personas y de nosotros mismos. No debería sorprendernos si de golpe esto nos retrotrae a alguna olvidada clase de filosofía en donde algún profesor a pesar de su escasísima retribución económica y su baja valoración social, nos relataba las ideas de un tal Sócrates, griego de nacimiento, si bien ni siquiera se sabe si en verdad existió, que recorría la ciudad interpelando a los líderes bajo el lema de Conócete a ti mismo entre otras cosas. Lo que nos parece más lejano, paradójicamente es lo más cercano. Para mejorar las cosas, necesitamos mejorar nosotros y soltar el control de los resultados. Cada vez más experiencias de aumentar la escucha y lograr consensos en donde parecía que todo estaba perdido, impactan y generan cambios que parecían imposibles. En una sociedad que está siempre apurada por “hacer” y obtener resultados que den lugar a más resultados, los mecanismos que liberan el crecimiento del capital social, están bloqueados, de manera que más hacemos y más nos cuesta hacer. No hemos desarrollado los músculos necesarios para crear futuro, con suerte llegamos a lograr negociaciones que mitiguen los daños del choque de nuestros intereses sectoriales. Aun vivimos en la ilusión de que ignorar las necesidades ajenas no solo no nos impacta, sino que nos otorga cierto triunfo. Despertemos. Ya no hay más tiempo para jugar al egoísmo colectivo, porque nos estamos autodestruyendo. Cada uno de nosotros está llamado a liderar el cambio a partir de un nuevo modelo de escucha que permita descubrir el lugar en donde nos encontramos en el futuro. ¿En qué estás invirtiendo tu tiempo hoy?
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Marta bendomirreflexiones y aportes entradas
December 2019
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