![]() Las crisis nos dan miedo. Llamamos crisis a los cambios bruscos en los escenarios que imaginamos. Aunque sabemos que las situaciones cambian y que nada dura, nos resistimos a recibir los cambios como parte del natural desarrollo de las cosas. Hay algo de la tendencia de nuestro cerebro a ahorrar energía que influye en este modo zombie de vivir, pensando que las situaciones son predecibles y que si hacemos lo necesario mantendremos la estabilidad y seguridad requeridas para evitar sobresaltos - entendiendo por sobresalto cualquier situación que no esperamos y no logramos entender dentro de nuestro modelo mental actual. A pesar de todas nuestras previsiones, el inesperado sobresalto llega, entonces, la ilusión se rompe y nos sentimos estafados, frustrados y desconcertados. Puede ser una ruptura amorosa, la caída del peso o el cambio de gobierno. No estaba en nuestros planes y no estábamos preparados para que llegara. Hormigas y cigarras Cuando era chica me contaban, a modo de advertencia y estrategia para evitar que diera rienda suelta a mi creatividad, la fábula de Esopo sobre la hormiga y la cigarra. En la simplificación literaria del autor, las hormigas eran previsoras y trabajaban sin parar para controlar lo que pudiera pasar en el futuro. A cambio de eso no disfrutaban de la vida, ni salían a descansar al sol, tampoco cantaban y bailaban. Como recompensa a ese pequeño sacrificio, en la vida de las hormigas, te prometían, no habría sobresaltos, ni crisis. Las cigarras, por su parte pagaban caro el precio de vivir una vida plena, al aire libre, cantando y bailando y adaptando sus necesidades al momento. Desde la perspectiva del modelo Toyota, se podría decir, que las cigarras vivían en un permanente just in time, no acumulaban stock ni generaban desperdicio. Sin embargo, parece que ese modelo, en un contexto en el que lo importante es predecir el futuro y controlarlo, genera demasiada incertidumbre. (recordemos que NO queremos incertidumbre porque nos mantiene alerta y gasta energía) Según la fábula, las imprevisibles y espontáneas cigarras morían de frío bajo la nieve, mientras que las previsibles y obedientes hormigas sobrevivían gracias al perfecto modelo de organización del que la naturaleza las había provisto. Si investigamos un poco de biología, es posible que nos encontremos en la naturaleza sorprendentes soluciones adaptativas, aparte de descubrir que las tan maltratadas cigarras son bichos que a lo largo de su vida sufren profundas transformaciones y que para los chinos se convirtieron en sinónimo de renacimiento. Pero en la intención pedagógica de la fábula la moraleja es clara : aquel que se ocupe de prever y controlar, obtendrá su recompensa, por el contrario el que disfrute demasiado del instante, a la larga, sufrirá consecuencias devastadoras. La inútil meritocracia de la hormiga Lo que Esopo no pudo imaginar es qué es lo que pasaría con las hormigas en un contexto de incertidumbre como el que vivimos en el mundo actual. ¿Qué hubiera sucedido si todas las previsiones comenzaran a cambiar y las soluciones a esos cambios hubieran generado infinitos nuevos escenarios? ¿Hubieran podido sobrevivir a una crisis para la cual su sistema de organización no estaba preparado? ¿Tenían las hormigas capacidad de aprender? Siguiendo el modelo de la fábula es posible que el primer recurso del hormiguero fuera recurrir a seleccionar las mejores hormigas y echar a las sobrantes del hormiguero (algo como la reducción de personal a la que estamos acostumbrados como respuesta a cada crisis). Si bien esto aparenta ser una solución para la supervivencia del hormiguero, no deja de ser la profundización del mismo modelo que nos llevó al fracaso, ya que si desconocemos el escenario que estamos enfrentando y que generó la crisis, es posible que tampoco sepamos cuál es el perfil que tienen las hormigas necesarias para resolverlo, de manera que posiblemente echemos del hormiguero a las portadoras de la solución. ¿Cómo desarrollar la capacidad para percibir de donde vienen y hacia donde van los eventos que ocurren? ¿Qué estaría pasando, mientras tanto, en el mundo de las cigarras? Quizás debido a su modelo de resolver los problemas actuando en el instante, conocerían más el entorno y el comportamiento y la variedad de sus recursos. En ese caso creo que podríamos afirmar que a la fábula le faltaría una segunda parte. No es necesario que alguien se ocupe de escribirla si consideramos que la situación de hoy nos lleva muchas veces a la situación de hormigas decepcionadas porque a pesar de su duro trabajo y las previsiones tomadas por el hormiguero no logran los resultados esperados. Como lo que nos contaron es que todo se soluciona poniendo empeño, triplicamos las horas de trabajo, nos exigimos más y rebajamos los salarios de los empleados que conservamos luego del ajuste. Las cosas no se resuelven y nos sentimos estafados porque en algún momento alguien nos prometió que si éramos buenos como las hormigas, nunca estaríamos en la situación de incertidumbre que enfrentan las displicentes (?) cigarras. Las cigarras por su lado hablan de cosas que no logramos ni siquiera comprender. ¿Cómo aprenden las organizaciones? Sabemos que las organizaciones aprenden, tienen identidad y patrones de comportamiento que pueden cambiar para asegurar su continuidad o precipitar su autodestrucción. A los efectos de este artículo es interesante traer la distinción de Jean Piaget entre dos modelos de aprendizaje. Uno es el aprendizaje por asimilación en el que no modifico las estructuras de base, sino que solo agrego información que alimente el modelo que ya vengo utilizando. Como el modelo crece, y tiene cada vez más datos, y esos datos dan lugar a nuevas observaciones sobre datos, tenemos la ilusión de estar ampliando nuestro conocimiento de la realidad. Y si nuestra intención es aumentar la cantidad de conocimiento dentro de un mismo modelo, este tipo de aprendizaje puede ser de gran utilidad, aunque no nos permita estar atentos a los cambios que, si llegan, pueden hacer que nos quedemos en cero. Aunque parece que estamos haciendo mucho y lo llamamos trabajar, a veces, lo único que hacemos es ampliar nuestro desarrollo del modelo, mientras mantenemos la venda sobre nuestros ojos. Como buenas hormigas, no nos está permitido salir del hormiguero fuera de los horarios preestablecidos. El otro modelo se denomina aprendizaje por acomodación y consiste en que el hecho de aprender produce un cambio en mi dinámica interna. Una vez que aprendí no seré la misma persona que era. Algo cambia en mi modo de aproximación a la realidad, tengo nuevas creencias y emociones, veo el mundo con nuevos ojos. Este tipo de aprendizaje se dispara a partir de la percepción. Aprendemos porque estamos atentos al entorno y registramos sus micro modificaciones. Registramos la inadecuación de nuestras respuestas cuando todavía es posible danzar con la realidad. El marco de trabajo que elegimos parte de una definición sobre el modelo de aprendizaje que consideramos necesario para obtener los resultados que esperamos alcanzar colectivamente. ¿Por qué cada vez más organizaciones buscan ser ágiles? Los modelos tradicionales de formato lineal prometen como la fábula de Esopo que si mantenemos todo bajo control y cumplimos con lo establecido llegaremos a los resultados esperados. Utilizan un modelo de aprendizaje asimilativo en donde los datos que sostienen el sistema son bienvenidos y los que lo contradicen, se rechazan sin ni siquiera ser tenidos en cuenta. Claro que, como la hormigas, las empresas confían en su modelo y en cuanto perciben alguna falla no solo no lo cuestionan, sino que lo incentivan, haciendo mucho más de lo mismo de lo que no sirve, aunque no haya tiempo de contrastar resultados con realidades. En cuanto algo planificado no se cumple gritamos “desvío” y buscamos culpables. Los marcos de trabajo ágiles proponen un modelo de aprendizaje por acomodación en donde el cuestionamiento del modelo desde donde estamos abordando la realidad forma parte del proceso. Una serie de mecanismos iterativos nos permiten ir aproximándonos a las soluciones hasta obtener los resultados que buscamos. Necesitamos aprender nuevas formas de trabajar juntos. Para que esto suceda las personas necesitan abrir sus canales de conexión internos y externos, desplegar sus habilidades llamadas blandas de escucha y empatía, pensar fuera de la caja, jugar y experimentar. No es casualidad que “equipos motivados” forme parte del paradigma ágil como uno de sus elementos principales. Pero entonces sobreviene el miedo ¿No nos estaremos convirtiendo todos en cigarras? Las prácticas y herramientas ágiles constituyen en si mismas, un modelo de aprendizaje organizacional, que genera altos niveles de conciencia, conexión y creatividad. Es por eso que en cuanto se introduce un marco de trabajo ágil no cambia solo el formato y las actividades, sino que se modifica fundamentalmente nuestra identidad laboral. Se espera de nosotros mucho más que obedecer instrucciones en una cadena de mando. Ya no somos hormigas. Quizás si salimos del hormiguero y desplegamos al sol, distintos modos de aproximarnos a los resultados que buscamos, desarrollaremos capacidad no solo para enfrentar las crisis sino para darnos cuenta de cuándo, estamos a punto de atravesar una, y darle la bienvenida.
1 Comment
Carlos Alejandro Castagnola
9/9/2019 12:31:55 pm
Marta,
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Marta bendomirreflexiones y aportes entradas
December 2019
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